Esta semana tuve el primer contacto con un nuevo grupo de alumnos en la universidad. La tecnologia y el desarrollo de las redes sociales, como forma de comunicación, les resulta más novedoso e impactante.
Sin embargo, mientras los chicos de cursos superiores me resaltaban mi interés de orientarles a lo que sin duda es el presente de la comunicación, el periodismo digital; fue una chica de primer año quien me preguntó sobre uno de las visiones más clásicas de la enseñanza del periodismo, la imparcialidad.
Es que al parecer, las nuevas "tendencias" de la comunicación, las redes sociales o el "poder mediático", están más interesadas en acuñar nuevos conceptos y realidades, aunque quedan preguntas pendientes tan simples como esa.
Personalmente creo que el tema de la imparcialidad en el periodismo es lo más antiético que puede existir.
Imparcialidad es sin duda sinónimo de impavidez. Si el periodismo es una profesion social, sin duda que el compromiso -y resalto el tema del compromiso- debe ser social.
Claro el concepto de imparcialidad nace desde lo empresarial, como una forma de mostrar que la empresa de comunicación no tiene compromisos con nadie... ?
Pero yo creo firmemente que el periodista sí tiene compromisos y lo tiene con la gente. Entonces puedo ser imparcial ante la injusticia social, la pobreza, el odio, el racismo, el abuso de poder etc, etc.
La respuesta es no, lo que el periodismo debe ser es OBJETIVO, así con letras mayúsculas. Lo objetivo es ético. No siempre el pueblo tiene la razón, no olvidemos que el mayor peligro es la masa es que es volatil e inestable. Por la comunicación debe ser orientadora y exponer la realidad para que sea está quien entiende el beneficio o perjuicio del hecho o la acción. Por ende, ahí está el reto del periodista, en la incasable lucha por la objetividad. Y que es la objetividad?, facil, mostrar la relidad tal cual es con todo sus elementos y con precisión.
Ahí sí estamos ejerciendo un verdadero periodismo, real ético y equilibrado. reconozco que la mayoria de mis referencias son producto del día a día ejerciendo esta profesión, por eso puede estar sujeta al error. Por eso, de manera básica expongo está tesis de libre discusión y cuestionamiento. Al fin y al cabo en periodismo, todo lo que provenga del libre pensamiento es válido muuuuuuy válido.
viernes, 21 de septiembre de 2012
Lobos de dos patas
Dicen que aun camina por las calles del centro, meditabundo, callado, con la mirada perdida y el rostro desencajado.
Por momentos mira al suelo, como buscando algo entre el polvo y la basura de una sociedad que olvida con la misma rapidez con la que ama y odia.
La gente pasa junto a él. Quienes lo ven, y lo reconocen, mejor se cambian de calle. Como si en su mirada difusa se reconocieran; y se asustan. Mejor prefieren seguir sin regresar a ver, Como que sin dar la vuelta nadie se daría cuenta que en el fondo así son o por lo menos así fueron.
Y continua su camino. Reflejando su apariencia entre los ventanales brillantes de almacenes lujuriosos ofreceindo eso; lujuria y deseo. Pero no la de la carne, esa que es mágica, sino la de la máscara que nos convierte en alguien que no somos y nos permite encajar en una sociedad desencajada.
Su recorrido termina en la puerta de una iglesia; se sienta, escucha y con malicia se rie. Todos dicen que esta loco, pero está más que cuerdo. Es que su presencia lo convierte en cómplice de una mofa y de una falacia. Es que los mismo que se cruzaron de vereda al verlo, llegan y se arrodillan, rezan u oran tal sea el caso.... en definitiva se "arrepienten".
Cómo no reirse, piensa, si ese show rasga lo absurdo, si cuando ven al que no tiene aseguran tener menos y saldado "compromiso", igual con el enfermo, afirman sentirse peor y listo. Si alguien busca su hombro lo amargan con más problemas y lo hunden.
En pocos minutos, se asquea y se marcha. Piensa que el que está en la cruz no se merece ese espectáculo . Pero ¿qué puede hacer?, piensa, si el man - como le dicen los jóvenes o los ateos ilustrados- está ahí clavado, más torturado por la hipocresía que por los clavos.
Huye de ahí y regresa a su sitio, un montón de basura compuesta por cartones fundas y costales. Se acuesta y se introduce en esa otra realidad. Eso sí, bien cobijado. No solamente porque en la madrugada el frío de la interperie mata, sino también para evitar que dormido le coman los perros.
Y a pesar de eso, en el umbral de la puerta principal del mercado Amazonas, se siente más seguro, porque los perros son peligrosos, pero peor son los lobos, esos de dos patas.
Por momentos mira al suelo, como buscando algo entre el polvo y la basura de una sociedad que olvida con la misma rapidez con la que ama y odia.
La gente pasa junto a él. Quienes lo ven, y lo reconocen, mejor se cambian de calle. Como si en su mirada difusa se reconocieran; y se asustan. Mejor prefieren seguir sin regresar a ver, Como que sin dar la vuelta nadie se daría cuenta que en el fondo así son o por lo menos así fueron.
Y continua su camino. Reflejando su apariencia entre los ventanales brillantes de almacenes lujuriosos ofreceindo eso; lujuria y deseo. Pero no la de la carne, esa que es mágica, sino la de la máscara que nos convierte en alguien que no somos y nos permite encajar en una sociedad desencajada.
Su recorrido termina en la puerta de una iglesia; se sienta, escucha y con malicia se rie. Todos dicen que esta loco, pero está más que cuerdo. Es que su presencia lo convierte en cómplice de una mofa y de una falacia. Es que los mismo que se cruzaron de vereda al verlo, llegan y se arrodillan, rezan u oran tal sea el caso.... en definitiva se "arrepienten".
Cómo no reirse, piensa, si ese show rasga lo absurdo, si cuando ven al que no tiene aseguran tener menos y saldado "compromiso", igual con el enfermo, afirman sentirse peor y listo. Si alguien busca su hombro lo amargan con más problemas y lo hunden.
En pocos minutos, se asquea y se marcha. Piensa que el que está en la cruz no se merece ese espectáculo . Pero ¿qué puede hacer?, piensa, si el man - como le dicen los jóvenes o los ateos ilustrados- está ahí clavado, más torturado por la hipocresía que por los clavos.
Huye de ahí y regresa a su sitio, un montón de basura compuesta por cartones fundas y costales. Se acuesta y se introduce en esa otra realidad. Eso sí, bien cobijado. No solamente porque en la madrugada el frío de la interperie mata, sino también para evitar que dormido le coman los perros.
Y a pesar de eso, en el umbral de la puerta principal del mercado Amazonas, se siente más seguro, porque los perros son peligrosos, pero peor son los lobos, esos de dos patas.
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